¡Qué alegre que estamos en Navidad! Estas eran las palabras de mi mamá cada vez que venía diciembre. Esta época del año tenía una magia especial para ella y la esperaba con gran ilusión. Mis recuerdos se remontan a mi niñez, cuando vivíamos en Nicaragua. El árbol de Navidad era plateado y el decorarlo con adornos azules y plateados, era un ritual lleno de algarabía entre mi mamá y nosotras, sus tres hijas. Decoraba toda la casa con motivos navideños y ponía un bello nacimiento. Este sentimiento tan especial por la época navideña lo mantuvo vivo en su corazón toda su vida y lo transmitió a cada una de nosotras.
Este año, desde que se aproximaba el mes de diciembre, sentí en mi corazón un gran peso pues sabía que esta Navidad iba a ser muy diferente. Al igual que tantos de mis queridos clientes que han perdido un ser amado y es la primera Navidad sin ellos, me encontré temiendo la proximidad de esta festividad. No pensaba en El Dia de Acción de Gracias, pues esta celebración no era importante para mi mamá; pensaba en la Navidad. Me encontraba en un vaivén de emociones y ambivalente entre como navegar la temporada. ¿Iba a ignorarla para no pensar en ello o iba a acogerla y crear momentos de magia honrando a mi madre?
Opté por la segunda posibilidad pues es lo que nace de mi corazón. En mí no está ignorar algo pues sé que lo tendré internamente, aunque no lo quiera, y eso evita que lo pueda procesar y dejar ir. Decidí hacerle frente con el corazón abierto y celebrarla de una forma diferente. Abrí mi corazón a la posibilidad de acoger la Navidad en medio del dolor al no tener a mi mamá físicamente a mi lado. Creé rituales con ella para tener momentos mágicos, momentos llenos de paz, momentos dedicados al significado de la Navidad. Cada vez que mi corazón sentía llorar al no tenerla a mi lado, me permití hacerlo y darme el espacio de sentirme triste. Sin embargo no me quedaba ahí, y volvía a llenar mi alma del espíritu de alegría de mi madre hacia esta época mágica, para continuar honrándola.
Finalmente llegó el 24 de diciembre, cuando celebramos Nochebuena con una cena familiar. Sentí en mi corazón una mezcla de emociones. Una gran nostalgia por la ausencia física de mi madre, y a la vez una gran emoción de compartir con mi familia, pues era una forma también de sentir amor, apoyo, y solidaridad. En medio de la celebración tuvimos un lindo momento para compartir como nos sentíamos y aproveché para nombrar a mi mamá de forma muy emocionada. Quise enfatizar el hecho de que a pesar de que no estaba con nosotros de manera física, su espíritu, al igual que el espíritu de mi padre, continuaría presente en nuestra familia pues la relación con nuestros seres amados no termina, se transforma.
Esta Navidad fue diferente. No escuché esas palabras tan llenas de alegría. No vi esos ojitos chispeantes llenos de ilusión y expectativa. No sentí el abrazo amoroso. Sin embargo, mi madrecita amada estuvo presente en cada momento. Y fue precisamente este amor, esta unión, esta presencia constante, lo que llenó mi corazón de paz y gozo y pude decir desde el fondo de mi alma “¡Te deseo una Navidad llena de bendiciones!”.
Si esta fue también tu primer Navidad sin tu ser amado, te acompaño de todo corazón…
Recuerda que nuestros seres amados viven en nuestros corazones.
Con amor,
Ligia M. Houben