Si el sol amaneció tan radiante ¿cómo mi alma puede estar en tinieblas?

Si el sol amaneció tan radiante, ¿cómo las lágrimas llenan mis ojos?

Si el sol amaneció tan radiante, ¿cómo mi pecho se siente tan pesado?

Si el sol amaneció tan radiante, ¿cómo mi cuerpo se siente sin fuerzas?

Si el sol amaneció tan radiante, ¿cómo mi espíritu se siente golpeado?

Si el sol amaneció tan radiante, ¿cómo me faltan ganas de dar un paso?

Si el sol amaneció tan radiante, ¿cómo me cuesta que la sonrisa aflore a mi rostro?

Si el sol amaneció tan radiante, ¿cómo es posible que mi mente esté llena de pensamientos de ella?

¡Ah claro, ahora comprendo! Ahora comprendo…pues cada mañana al despertar esa era la manera de despertar de mi madre, con esas palabras “qué sol más radiante” ahora lo entiendo…

Ahora entiendo, cómo me siento.

Al recordar que esa era una de sus frases favoritas, honraré su memoria al permitir que la luz del sol llene mi corazón y así entonces, cada día al despertar diré, con una sonrisa en los labios.

“Qué sol más radiante”.

Ligia M. Houben