Cuando la vida parece injusta
Hay momentos en que la vida no sale como esperábamos. Trabajamos, soñamos, planeamos… y, aun así, el resultado no es el que imaginábamos. Estas desgracias pueden dejarnos con sentimientos de decepción, derrota o incluso vergüenza.
Con frecuencia, la primera pregunta que nos hacemos es: “¿Por qué fracasé?”
Esta pregunta, aunque natural, puede dejarnos atrapados. Nos empuja a culparnos en lugar de aprender.
Pasar de la culpa al aprendizaje
En el acompañamiento y el coaching, entendemos las desgracias no como sentencias finales, sino como experiencias que traen retroalimentación. En vez de quedarnos en el “¿Por qué fracasé?”, podemos transformar nuestro diálogo interno hacia:
• “¿Qué puedo aprender de esta desgracia?”
• “¿Qué me muestra esta situación acerca de mí, de mi proceso o de mi entorno?”
• “¿Cómo puedo usar esta experiencia como un escalón y no como un tropiezo?”
Este cambio no niega el dolor—lo resignifica. Nos permite pasar de dar vueltas en lo que salió mal a descubrir cómo podemos levantarnos con más fuerza.
Recursos para afrontar las adversidades
Cuando enfrentamos una desgracia, contar con recursos es esencial:
• Fortaleza interior: escribir en un diario, meditar, orar—herramientas que nos ayudan a procesar la decepción en vez de reprimirla.
• Perspectiva compasiva: en lugar de etiquetarte como “un fracaso”, reconoce que atravesaste una situación difícil que no se dio como esperabas.
• Redes de apoyo: compartir tu desgracia con otros suele revelar que no estás solo en la experiencia.
• Mentalidad resiliente: ver las desgracias como redirecciones y no como finales.
Levantarse con más fuerza
Cada desgracia lleva dentro la semilla de una fortaleza nueva. Quizás no lo sentimos en el momento, pero al procesar la decepción descubrimos: seguimos aquí, seguimos aprendiendo y seguimos teniendo la capacidad de avanzar.
La verdad es que las desgracias no nos definen. Lo que nos define es la manera en que elegimos responder.
Reflexión para vos
Piensa en una desgracia reciente. En vez de preguntarte “¿Por qué fracasé?”, intenta esto:
«¿Cuál es una enseñanza o una nueva perspectiva que puedo llevar conmigo a partir de esta experiencia?»
De mi corazón al tuyo,
Ligia M. Huben



